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Por lo general, cuando estamos reservando un hotel o un vuelo, se nos hace esta pregunta, ¿cierto? También la hace el agente de aduanas. No es lo mismo viajar por placer que por motivos de negocios o de trabajo. Recuerdo hace varios años un viaje de negocios a Sudamérica. Tomé el vuelo en Panamá alrededor de la 1:00 pm, me quedé en ese asiento durante casi 10 horas, salí del aeropuerto en Argentina, cogí un taxi, llegué al hotel, comí algo ligero y me fui a la cama a dormir unas horas para estar listo para despertar temprano e ir a la oficina donde iba a entrenar a los agentes de ventas sobre una nueva herramienta que estábamos implementando en la compañía. No sabíamos que el horario comercial allí era diferente al de otros países, así que estuvimos esperando un par de horas en la oficina hasta que el personal llego a iniciar su turno. Cuando terminamos, volvimos al hotel, descansamos brevemente, salimos y cruzamos el parque para ir a un restaurante donde cenamos, y así volver al hotel a dormir y estar listos para ir a trabajar al día siguiente, así como también empacar porque íbamos a volar a Chile la noche siguiente. Para hacer la historia corta, perdimos nuestro vuelo a Chile, pasamos toda la noche en el aeropuerto, tomamos el primer vuelo a Chile, nos lavamos la cara y nos preparamos para ir directamente a la oficina a impartir el entrenamiento y regresar a Panamá dos días después.

Como puedes ver, no es lo mismo como si se viajara por placer. No tuvimos tiempo de conocer la ciudad, o visitar algunos de los lugares históricos, o ir a la playa o a un mirador. Todo se trataba de trabajo. Y la semana siguiente fue la misma experiencia, pero en Colombia.

¿Me quejo de ello? No, fue una gran experiencia. Llegué a conocer gente maravillosa, con diferentes puntos de vista, y enseñarles algo que era tan necesario para que hicieran su trabajo y fueran productivos. Mis supervisores me enviaron allí con un propósito, e hice el trabajo tal como fue requerido. Como Cristianos, hay un viaje constante que debemos hacer y llevar a cabo. Pablo y Bernabé vienen a nuestra mente en este momento,

“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron [énfasis añadido, MR]”

Hechos 13:2-3 RVR1960.

¿Se quejaron Bernabé y Saulo (más tarde conocido como Pablo) de esta misión? No, no lo hicieron. ¿Buscaron excusas para no ir? No, no lo hicieron. ¿Pidieron reservas en un buen hotel, o un carruaje cómodo, o gastos de viaje para comer en restaurantes elegantes? No, no lo hicieron. Su viaje fue un viaje de negocios, y no fue fácil. Hicieron el trabajo y sufrieron mucho a través de él. Al final de Hechos 14, leemos que Pablo y Bernabé regresaron a Antioquía después de que cumplieron con la obra que se pidió, y el inspirado Lucas nos dice que,

“Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos”

Hechos 14:27-28.

A veces los involucrados en la obra misionera parecen olvidarse de esto. Es como si pensaran que están viajando por placer o vacaciones. No lo es. La obra misionera es importante. Probablemente una de las obras más importantes del mundo. Si eres empleado de una empresa y te envían en un viaje de negocios, esperan que te comportes, hagas el trabajo, y traigas un buen informe, ¿cierto? Durante ese viaje estás representando a su empresa y su reputación está en nuestras palabras y acciones. Lo mismo ocurre con los misioneros, ya sea que lo hagan a largo o corto plazo. Representamos a Cristo todos los días de nuestra vida. A través de las Escrituras, no leemos cuánto disfrutó Pablo de las vistas sobre Atenas, o sobre ver delfines y ballenas mientras estaba en el barco. Las Escrituras nos dicen que él se ocupó en hacer el trabajo que se había comprometido a hacer. Lo mismo con los otros misioneros de la época. Las Escrituras incluso nos hablan de alguien que parece no haber tomado en serio la obra, siendo esta la razón por la que a Pablo no le parecía bien llevarle consigo (Hechos 15:36-38). La obra misionera no es un juego de niños, y los involucrados en ella deben ser serios y responsables al llevarla a cabo.

Amados hermanos y amigos, las fronteras se están abriendo nuevamente, y con ello, la oportunidad de salir y hacer trabajo misionero. Vamos a tomarlo en serio. No es viajar por placer. Se trata de un viaje de negocios, y el negocio del Señor es la obra más importante que podemos hacer durante esta vida.  Asegurémonos de que cuando decimos “vamos y predicamos la Palabra” nos lo estemos tomando en serio. A Dios sea la gloria hoy y siempre.

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